Sabes que miento cuando digo que nunca he amado, hay veces que lo hago con tanta fuerza que rompo algunas cosas. Me siento culpable y dejo de creer en mí. Pero ahí estas tu retándome a vivir, utilizando las derrotas a mi favor. Sabes que por llevarte la contraria soy capaz de sonreír.
Me levanto del suelo, reinterpreto las señales y embisto a la vida con fuerza.
Algunas veces lees mis historias buscando algo de ti en sus frases, no te das cuenta de que no tienes que ir tan lejos para verte, solo mira mis ojos cuando te sonrío. Reflejan todo lo bueno que me das, esas verdades como puños que me enseñaste a esquivar. Me coges de la mano y me levantas una y otra vez, siempre atento a cada gesto que delate como me siento. Estirando de mis orejas cuando me rindo.
De ti aprendí a coger la pena por las solapas y decirle que tiene el tiempo justo para huir. Que en plena noche puede haber una luz que te deslumbre y que los días de lluvia solo hay que abrir el paraguas y dejarse mojar.
A veces guardamos en los trasteros las cosas más importantes y no podemos evitar sentir que aún están vivas detrás de la puerta. Que el tiempo lo cura todo pero también lo hace más real. Ya no escondo la cara cuando me hablan de vida y salgo a buscar cada segundo para retenerlo a mi lado. He perdido el tiempo escuchando la voz equivocada, la que hablaba desde el rencor y el miedo a romperme de nuevo. La que me ataba al dolor y a estas paredes donde solo se respira el humo contaminado de falsos recuerdos. He abierto las ventanas para que entre aire nuevo lo inunde todo y arrastre el polvo del pasado. Lo intentaré de nuevo, te prometo que esta vez la apuesta la ganaré yo. Y tu fingirás ser perdedor con tu sonrisa y me guiñaras un ojo invitándome a un abrazo.
Porque hoy estoy segura que en cada cruce hay miles de caminos que me haran dudar, pero ya no me preocupa, ahora sé que todos llevan a mí.
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